En el libro “Burgos 1808-1813: la ciudad y sus gentes”, en la sección IV dedicada a las Casas que recibieron ilustres visitantes, dedico un capítulo a la Comisión Legislativa francesa que visitó las tumbas del Cid y Jimena en San Pedro de Cardeña el 16 de diciembre de 1808, y aprovechó para llevarse unos cuantos huesos. Estos hechos están detallados en el libro “Los huesos del Cid y Jimena: expolios y destierros”, la investigación documentada más exhaustiva llevada a cabo hasta 2013 sobre el tema, de la que soy autora junto con Leyre Barriocanal, publicada por la Diputación Provincial de Burgos.
en 2013
Hoy podemos abrir una ventana a aquellos días de expolios analizando nuevos datos que han salido a la luz recientemente. En este último libro dedicamos un capítulo al intendente del ejército francés en España, Antoine Denniée, al que diversos artículos de prensa y un diccionario biográfico atribuían un expolio del que no teníamos otros datos.
«Durante la invasión de la Península, cerca de Burgos, en la iglesia de San Pedro de Cardena, unos saqueadores violaron la sepultura en la que desde hacía setecientos años reposaban los restos mortales del Cid y de Jimena, y los dispersaron. Denniée se apresuró en recoger los cráneos de estos ilustres personajes y llevarlos a Francia. Los guardó con actas auténticas en un cofrecillo de caoba y en 1813, regaló estos valiosos restos del héroe de España y de Jimena al duque de Feltre, Ministro de la Guerra.» (Eckard, Jean, «Recherches Historiques et critiques sur Versailles, biographie sommaire des personnes illustres nées dans cette ville» 1834).
Pues bien, en junio de 2022 los Archivos Nacionales de Francia publicaron en sus redes unos papeles encontrados en los libros de actas del notario parisino Vingtain. Se trata del acta de autenticidad de esos restos en la que Antoine Denniée declara detalladamente cómo y cuándo llegaron los huesos a sus manos. El documento consta de tres partes: en primer lugar, una copia de la carta que acompañó la entrega de los huesos al ministro de guerra Henry Clarke, en segundo lugar, la ampliación de esa carta informando pormenorizadamente de las circunstancias en que se obtuvieron, y en tercer lugar, una confirmación de los hechos firmada por testigos.
He aquí la traducción del segundo documento firmado por Denniée, el más interesante:
Ampliación en cinco páginas y media de la Carta que escribí a Su Excelencia Monseñor Duque de Feltre al poner en sus manos un cofrecillo que custodia grandes fragmentos de los cráneos del Cid y de Jimena.
París, 14 de septiembre de 1812
Antoine Denniée, Barón del Imperio, Oficial de la Legión de honor, Caballero de la orden Real de la Corona de hierro de Italia, Inspector Jefe de revistas, antiguo Intendente General de los Ejércitos de España, a Su Excelencia el General de División Clarke, Duque de Feltre, Conde de Hunebourg, Gran Águila de la Legión de honor, Ministro de guerra.Monseñor*, ruego a Su Excelencia que acepte el obsequio, que sin duda debe complacerle, de dos grandes fragmentos, uno del cráneo de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido por el nombre famoso del Cid, y otro del cráneo de Jimena Díaz, hija del conde Diego Álvarez, conocida como Jimena. Voy a explicarle, monseñor, cómo cayeron en mis manos estos valiosos restos.
El doce de diciembre de 1808 el Emperador había dejado Burgos y marchaba por la carretera de Aranda hacia Madrid al frente de su ejército victorioso**. Su Majestad Imperial me había ordenado reunir la mayor cantidad posible de víveres y de coches en Burgos, fabricar allí cada día treinta o cuarenta mil raciones de pan, y enviarlas al ejército sin demora y sin interrupción junto con la galleta que venía de Francia. Mis empleados recorrían los alrededores de Burgos, y yo mismo lo hacía, para reconocer y requisar el grano que guardaban algunas grandes casas en el campo y principalmente los monasterios. Así llegué a la abadía de San Pedro de Cardeña a legua y media de Burgos, el trece de diciembre de 1808. Los monjes habían huido. Pero allí estaba acantonado un destacamento de caballería de las tropas aliadas; todas las salas, todas las celdas habían sido abiertas y arrasadas; también el almacén de grano había sido saqueado; solo quedaban algunos quintales de trigo candeal y de cebada. La preciosa capilla de San Pedro había sufrido algunos daños. Los adornos de madera dorada habían excitado la codicia al principio, pero después habían sido abandonados y servían para alimentar el fuego del vivac de soldados indisciplinados que merodeaban por la abadía.
Sin embargo, el antiguo monumento en mármol blanco construido en la capilla frente el altar mayor, donde reposaban desde hacía siglos los cuerpos del Cid y Jimena, había sido respetado (A). Tuve oportunidad de contemplar el monumento cuya forma cúbica alargada representaba a los dos ilustres personajes, yaciendo uno al lado del otro, con los pies hacia el santuario; la talla era muy delicada, estaba muy cuidada y perfectamente conservada. Una cerca de hierro fundido dorado impedía acercarse a la tumba, que era la única en esa capilla. La observé durante largo tiempo en silencio, temiendo que unas manos sacrílegas vinieran a profanarlo.
Una circunstancia que ahora explicaré me hizo confirmar este triste presentimiento: por la mañana de ese mismo día trece de diciembre, unos soldados borrachos, escudriñando todos los rincones de la iglesia, habían movido un confesionario; habían notado que una de las losas sobre las que estaba asentado había sido sellada recientemente, habían roto la losa y habían encontrado debajo de ella una bolsa de cuero que contenía cincuenta o sesenta piastras. Era probablemente el peculio de algún monje. Desde ese momento habían intensificado su búsqueda y la tumba del antiguo y valeroso guerrero y de su digna y bien amada compañera iba a atraer su atención.
En la noche del trece al catorce estos impíos hundieron uno de los lados del monumento, penetraron en su interior y sacaron los dos esqueletos con algunos jirones que aún quedaban de sus sudarios. Esperaban encontrar diamantes adornando los dedos de las manos de tan célebres personajes.
Pero sus esperanzas se vieron frustradas, y entonces se entregaron a los más viles excesos. La luz del amanecer mostró un espectáculo de horror en la capilla de San Pedro: los dos esqueletos habían sido desmembrados y dispersados por todo el suelo de la capilla y enseguida el rumor de esos atentados se extendió por Burgos. Todo el mundo corrió a San Pedro. En la mañana del día quince, tres empleados de mi secretaría (uno de ellos era Malvoisier, que trabaja ahora en la casa de Su Majestad Católica, y es dibujante) fueron a la abadía para ver el monumento profanado y sacar unos bocetos. El gentío que iba y venía era considerable. Mis secretarios entraron en la iglesia y solo pudieron llegar hasta la tumba violada y demolida poniendo buen cuidado en no pisar los huesos rotos desparramados por todas partes, y los cráneos aplastados del Cid y de Jimena. La capilla de San Pedro, debo repetirlo, solo contenía esa tumba.
Mientras la multitud se amontonaba y pisoteaba los restos de esos dos modelos de valentía y de virtud conyugal, algunos cogían furtivamente trocitos que querían guardar. Invitados por ellos, mis secretarios, que habían visto los dos fragmentos que entrego hoy a Su Excelencia, los recogieron precipitadamente, salieron inmediatamente de la abadía y, al volver a Burgos, me entregaron, en presencia de varias personas, en concreto de dos comisarios de guerra, los señores Carles y Fontaine, estos fragmentos venerables que acepté agradecido. En el mismo momento, ante ellos, escribí lo que sigue de mi puño y letra en dos cuadraditos de papel que fijé con un lacre en cada fragmento:
«Resto del cráneo del Cid recogido en la capilla de San Pedro a legua y media de Burgos el 15 de diciembre de 1808; resto del cráneo de Jimena, recogido en la capilla de San Pedro a legua y media de Burgos el 15 de diciembre de 1808».
Partimos de Burgos hacia Madrid algunos días después y conservé con cuidado el regalo que me habían hecho y que tengo el honor de presentar a Su Excelencia, sobre todo porque sé que los tendrá en gran aprecio puesto que es descendiente del famoso y valeroso Cid.
Respetuosamente, su fiel y humilde servidor.
(A) El Cid murió en Valencia en 1099 y según su testamento, toda su familia y sus oficiales se retiraron de Valencia en orden de batalla, llevando consigo el cuerpo del héroe que fue enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña cerca de Burgos. Mariana, historia de España, tomo 2, libro 10, página 425.
Nota: Los huesos del Cid y de Jimena que el General Thiébaud hizo recoger en San Pedro junto con el mármol de sus tumbas, se llevaron a Burgos hacia el final de 1809***. Están guardados en un monumento levantado por este oficial general en la margen derecha del Arlanzón que atraviesa la capital de Castilla la Vieja, tierra natal del Cid, pero, ciertamente, ese monumento no contiene las reliquias más preciadas del Cid y de Jimena puesto que acabo de regalarlas a su excelencia el General Clarke. Todo esto es verdad. En Paris, catorce de septiembre de 1812, firmado: Barón Denniée.
Certificado verdadero, firmado y rubricado… la presente copia ha sido presentada ante el notario abajo firmante, en París hoy 18 de febrero de 1813 Denniée /Vingtain
Notas de traducción:
* Se dirige a él como “Monseigneur”, y no como “Monsieur”.
** En realidad la capitulación de Madrid se había firmado antes, el 4 de diciembre.
*** El general Thiébault recogió en Cardeña todos los huesos que encontró el 1 de marzo de 1809, se colocaron en la base del monumento a orillas del Arlanzón el 19 de abril de 1809, y el mausoleo quedó terminado e inaugurado con una gran ceremonia el día 15 de mayo de 1809.
Traduzco ahora el tercer documento, la declaración de los testigos:
“El Sr. Pierre François Carles, comisario adjunto de Guerra, con domicilio en París, calle de Anjou, Faubourg Saint Honoré, nº 38, y el Sr. Charles Fontaine comisario adjunto de Guerra con domicilio en París, calle nueva de Luxembourg nº 29, ambos anteriormente empleados en el ejército de España en calidad de adjuntos de los comisarios de guerra, han declarado bajo juramento ante el notario abajo firmante que servían en la plaza de Burgos en los días 12, 13, 14 y 15 de diciembre de 1808; que la carta antecedente transcrita cuyo contenido se les ha leído contiene la verdad; que fueron testigos de los hechos que están registrados en ella, y en especial de la donación que el Sr. Malvoisier, empleado en las Oficinas de la intendencia General del Ejército de España y otros dos empleados de la misma oficina hicieron al Sr. Intendente General Denniée de los dos grandes fragmentos de los cráneos del Cid y de Jimena . Que en ese mismo momento el Sr. Denniée escribió ante ellos en dos cuadraditos de papel lo indicado en la carta adjunta tal y como se dice en ella, que lo hizo en su presencia, y que los puso sobre los dos fragmentos de cráneos antedichos. A lo que añade el Sr. Fontaine, uno de los declarantes, que estuvo presente en la entrega que el Barón Denniée hizo a Su Excelencia el Duque de Feltre del cofre que contenía esos valiosos restos del Cid y de Jimena, y que rogó a Su Excelencia que aceptara, y así lo hizo, el croquis de la capilla de la tumba de San Pedro de Cardeña dibujado por el Sr. Malvoisier el quince de diciembre de 1808; todo lo cual testifica aquí a petición del Barón Denniée. Y de todo lo antedicho, el Barón Denniée, y los señores Carles y Fontaine han pedido acta que les ha sido entregada para servir de prueba ante quien así lo solicite.
En París, ante el notario Vigtain, el 18 de febrero de 1813, leído y firmado por el Barón Denniée, Carles, Fontaine, Vingtain.”
Antes de contrastar lo que puede haber de cierto en estas declaraciones, quiero hacer referencia al otro documento que completa el anterior. El 28 de marzo de 2019 en París, la casa de subastas Millon sacó a la venta en el lote 189 un dibujo enmarcado, fechado en 1809, que la casa de subastas atribuía a un tal Henri Malvoisin, y que titulaban “Le tombeau du Cid et de Chimène”. En realidad, hay una pequeña confusión en la lectura del autógrafo y se trata de Malvoisier, el secretario de Denniée que hizo un esbozo de la tumba saqueada del Cid aquel 15 de diciembre de 1808.
La fecha que figura manuscrita junto a la firma sí es efectivamente 1809, lo que sorprende un poco dadas las declaraciones que hemos leído. Pero sin duda se trata del dibujo auténtico pues en la descripción de la casa de subastas se añade que al dorso figura en una etiqueta la siguiente nota:
«Este cuadro con la caja que guarda los cráneos del Cid y de Jimena, la poseo como legado testamentario del Duque de Feltre, mi tío político. Ver el acta de autenticidad que contiene la caja.»
¿Qué puede haber de verdad en los detalles que registra Denniée para exculparse del expolio?
Examinemos el estado de la tumba del Cid y Jimena entre el 10 de noviembre de 1808 y 1 de marzo de 1809
1) Siglo XVIII. Empecemos por el testimonio más cercano a la fecha de 1808 que describe la tumba: Berganza, monje en San Pedro de Cardeña, en su obra antigüedades de España publicada en 1719, dedica el capítulo 40 a las “alhajas que se conservan del Cid”:
«Los Cofres con que tuvo entretenidos a Raquel y Bidas se conservan todavía con demostraciones claras de su mucha antigüedad: el uno en la iglesia de Santa Águeda de Burgos, y está colocado encima de la puerta principal, de la parte de adentro; el otro se conserva en nuestro monasterio y está pendiente de dos cadenas al lado izquierdo del Panteón. Al lado derecho, enfrente de dicho cofre está la bandera: no se conoce de qué color era, por averle consumido el tiempo y la humedad de la Iglesia. En la pared del medio está pendiente el Escudo, aforrado con pieles crudas ya tan deslucidas, que no se conoce en él insignia o divisa.»
2) 13 de diciembre de 1808. Testimonio de Pierre Durand, comisario de guerra y adjunto del intendente general Denniée.
Cuando fallece Pierre Durand, su esposa publica en una obrita una carta fechada en Burgos el 13 de diciembre de 1808, en la que Pierre cuenta a su mujer que estuvo el 12 de diciembre ante la tumba ya saqueada y vio los huesos esparcidos por el suelo. Dice que la tumba había sido abierta dos días antes, (lo que sería el 10 de diciembre). Él encontró los cráneos del Cid y Jimena “bajo cada una de las piedras sepulcrales”. Cogió unos pequeños fragmentos de cada uno, y los llevó a Francia.
Esto se contradice con la declaración de Denniée, que visita la tumba el 13 de diciembre y dice que estaba intacta, aunque presagia que no duraría mucho así. El dibujo de Malvoisier, supuestamente pintado el día 15, pinta un cráneo tirado en el suelo a la izquierda. Y las losas con las estatuas volcadas en el suelo; y, a la derecha del dibujo, en el suelo está el cofre del Cid tirado en el suelo y una bandera. Pero el escudo y otras banderas penden de una cadena en la pared, frente a la tumba.
3) 16 de diciembre de 1808. La comisión legislativa llegó a Burgos el 15 de diciembre y visitó Cardeña el 16.
Fuente: BNF Carnet de la Sabretache 1912
Según su minuciosa declaración, las cubiertas de la tumba están arrancadas y colocadas a los lados, pero los cráneos, muy completos, están dentro de las tumbas, para más detalle, el del Cid en su ataúd de plomo, y el de Jimena en su ataúd de madera; el resto de los esqueletos también está en su sitio, no por el suelo. Ellos cogieron trozos de los cráneos (mandíbula, occipital…) y también los dos fémures completos de Jimena. En aquella tétrica excursión también estuvo presente Dominique Vivant-Denon, director del Museo Napoleón (hoy Louvre) y el médico francés Desgenettes, según está escrito en el hueso occipital del cráneo del Cid que custodia la Real Academia de la Lengua Española.
Presumiblemente aquel día Vivant-Denon se llevó un trozo de un fémur de Jimena y otro trozo pequeño del cráneo del Cid. Así lo confirma Alexandre de Laborde un diplomático de la embajada francesa que lo presenció. Añade que la tumba estuvo ocho días abierta y que el sr. Denon la “hizo volver a cerrar”. Con Denon, además, viajaba el pintor Benjamin Zix que nos dejó un testimonio visual de este momento.

Fuente: Wikimedia
Fuente: Museo del Louvre
En el dibujo de Zix, Denon con un fémur en la mano, y Benjamin Zix dibujando al fondo. Nótense los escudos de los nichos de los parientes del Cid en la pared derecha, y, junto al arco de entrada, colgado a la izquierda el cofre del Cid, y a la derecha, el escudo de batalla con armas.
Este dibujo sirvió de base a otros dos cuadros de pintores:
A) El primero, de Adolphe Rohen (1780-1867), representa a Denon con un cráneo (completo) en la mano, a Zix arrodillado recogiendo otros huesos, y a un español envuelto en su capa observando.
B) El segundo cuadro, con un esbozo preliminar, lo firmó Evariste Fragonard (1780-1850)


Fuente: Ministère de Culture
El esbozo representa a Denon con un cráneo muy completo en la mano, un hombre vestido con redecilla a la española arrodillado recogiendo un hueso; al fondo, un observador español envuelto en su capa, y a la izquierda, otro hombre que podría ser Zix porque lleva un cuaderno en la mano (aunque no tenía el pelo rizado) o quizá Laborde (que sí tenía el pelo rizado). Esta vez no aparece el cofre colgado de la pared, pero sí una bandera y un escudo.
La pintura presenta un sepulcro mucho menos elaborado y los mismos personajes; pero el personaje de la capa que observa al fondo, no lleva sombrero sino un gorro que se parece mucho los gorros que llevaban los campesinos burgaleses. Podemos intuir asimismo un pequeño escudo y una bandera en la pared.
Los tres miembros de la comisión legislativa, el intendente Denniée, Vivant-Denon, Benjamin Zix, Laborde y Desgenettes se marcharon de Burgos rumbo a Madrid el 19 de diciembre en un convoy de tres mil personas.
4) 4 de enero de 1809. Además, cuando la Comisión Legislativa estuvo en Burgos, cenó con Philippe de Tournon, chambelán del emperador, al que acompañaba su edecán Antoine Comptour. Parece ser que Comptour había visto el 13 de diciembre de 1808 (la fecha coincide con la que da Denniée) cómo los soldados profanaban las tumbas del Cid y Jimena.
Pero las promesas de Pierre Durand y de Denon para cerrar la tumba, debieron caer en saco roto, pues casi un mes después las tumbas seguían abiertas: en el viaje de regreso a Francia, el 4 de enero de 1809, Tournon y su edecán se desplazaron juntos al monasterio de Cardeña. Y, mientras Tournon se arrodillaba con devoción ante los restos profanados del Cid, Comptour pudo recoger disimuladamente una vértebra cervical y un metacarpo.
5) 1 de marzo de 1809. Ni siquiera dos meses después las tumbas se habían cerrado. Y es así cómo, el 28 de febrero de 1809, el general Thiébault, que llevaba cuarenta días saneando la ciudad sin descanso, se enteró de que la tumba del Cid había sido profanada y con las mismas se fue inmediatamente a Cardeña a recoger todos los huesos de los dos héroes, para salvarlos de tanto saqueo. De paso, hizo trasladar también el sepulcro al Espolón, junto al río, y allí los encerró el 19 de abril, esperando que nadie más volviera a robarlos.
Pero no estaba escrito aún que los restos del Cid y Jimena gozarían del descanso eterno. Si quieren saber más, es mejor remitirse al libro que ya está escrito.
En cuanto a las declaraciones de Denniée, se nota que es un texto elaborado para exonerarle de toda culpa en lo que es, a todas luces, un expolio. No hacía falta dar tantas explicaciones previas ni hablar melodramáticamente de presagios. ¿Y de verdad creemos que esa “multitud” que se presentó en San Pedro de Cardeña la mañana del día 15 de diciembre, entre los que podrían encontrarse muchos burgaleses que ya habían vuelto a sus casas, “invitó” a los secretarios franceses a llevarse los huesos del Cid? Si eso hubiese sido así, no habría hecho falta que los cogieran “precipitadamente” y saliesen a escape. Por otra parte, Denniée, que dos días antes estaba preocupado porque «unas manos sacrílegas» (según sus propias palabras) pudieran «profanar» la tumba en un acto de vandalismo, se muestra entusiasmado al recibir los huesos, fruto de la profanación. No se le pasa por la cabeza ni devolverlos, ni cerrar la tumba. No sólo eso, sino que además se vanagloria de poseer «las reliquias más preciadas», permitiéndose desdeñar las que puso Thiébault en el monumento.
Los papeles de los Archivos Nacionales franceses y el dibujo de Malvoisier completan la Historia, pero aún nos falta lo más importante: el cofrecillo de caoba con los fragmentos de los cráneos del Cid y Jimena. Habrá que estar atentos a próximas subastas o a las redes sociales por si aparece.