Entremos en el pasado. Mayo de 1812. El que fuera gobernador de Castilla la Vieja, y ahora General en Jefe del Ejército del Norte, Jean Marie le Paige Dorsenne ha dejado la casa para trasladarse a Vitoria.
Son las diez de la mañana. Tomás de la Puente, empleado de la Municipalidad, responsable de los alojamientos de generales franceses, va a comprobar si todo lo que contiene la casa está en buen estado. Acaba de salir de su devoción en Santa Águeda, su parroquia. Absorto en los problemas de su trabajo, para él no hay nadie por las calles empedradas, ni siquiera en el Espolón, cerca del monumento del Cid, con sus sepulcros traídos desde Cardeña elevados sobre un pedestal, a donde tantos soldados se acercan para curiosear.
Cruza la arena recién regada del camino de Francia que atraviesa el Paseo para llegar al portal del Palacio de Gobierno. Apenas le da tiempo a saludar al joven Francisco Rueda, -“Buenos días nos dé Dios, Paco”, hijo del escribano de la oficina de alojamientos don Lorenzo Rueda; él tomará rápida nota de todos los enseres en un borrador.
Esta casa, propiedad de su amigo don Francisco Javier de Anda, albergaba antes en su planta baja la oficina de correos, pero desde 1809, cuando se encaprichó de ella el gobernador Thiébault, y echó sin contemplaciones al señor Anda con su familia, allí ha estado instalado el cuerpo de guardia. Se ven los catres, sillas de paja, braseros, orinales. Hay también una bañera de madera y cobre que alguien ha dejado al lado de la escalera de servicio. Está seca, parece que no se han bañado mucho últimamente. Hay espacios para almacenar víveres y la puerta trasera que da paso al jardín está cerrada con llave. Todo está felizmente desierto y ordenado.




– “Hale, Paco, ya podemos subir a la planta principal, donde los gobernadores reciben a empleados, visitantes e invitados. Las puertas son dobles con espejos (¡cuánto lujo!). Entramos al salón principal: apunta «sala de recibo de Su Excelencia», con 4 sofás de tafetán verde, sillas de caoba tapizadas en verde, cortinas de raso verde con pabellones y cordones dorados; hay dos sillones color carmesí en los que, sentados como príncipes, el conde Dorsén y su mujer recibían a sus invitados los días de baile. Solo faltaba hacerles el besamanos, te lo aseguro. Apunta también, Paco: un par de mesas redondas de caoba y mármol, dos espejos grandes, una gran alfombra de color ceniza, unos candelabros, una araña de seis brazos en el techo, una chimenea francesa con su espejo, sus morillos, paletón, tenazas… aún está encendida; esto hay que apagarlo, y todas estas velas que nos ha dejado encendidas la Martina, que acaba de dejarlo todo aseado. Bien lo ha hecho, sí señor, pero es mucho dispendio, hay que apagarlo todo en cuantito que finiquitemos. Un reloj, unos cuadros. Escribe que todas las puertas son dobles y cubiertas de espejos. Esto es cosa del Dorsén, que es un grandísimo vanidoso. Ya te digo que con el otro, el Tiebol, había solo algún espejo suelto.



A la habitación de la derecha llámala sala de las columnas, porque las tiene, mira. Hay dos canapés de damasco carmesí, sillas a juego, un banco forrado de terciopelo, cortinas brillantes de color carmesí con cordonaje amarillo, otra alfombra. Escucha, Paco, en los días de baile se retiraban estos canapés porque, entre las columnas, ahí disimuladas bajo el papel pintado, casi no se nota, hay unas puertas que dan a la sala de Dibujo del Consulado del Mar, que está aquí al lado y que es enorme. Recuerdo haber visto allí diez espejos inmensos que reflejaban los oros de los uniformes y las joyas de las madamas, ¡un espectáculo!


Escribe ahora: cuarto del billar con su mesa de billar y unos bancos de terciopelo carmesí. Y vamos a las habitaciones de la izquierda. Apunta: gabinete del despacho de Su Excelencia: chimenea francesa, un par de canapés forrados en damasco negro, una cómoda de caoba con cubierta de mármol, una mesa con diez cajones, un mueble de archivo, cortinas de raso verde, una alfombra como chinesca de fondo negro.

Y desde aquí pasamos al comedor donde hay una mesa grande de pino y…4, 8…10 sillas de damasco carmesí.

Por el fondo se abre a un espacio entre las dos escaleras, sería como un aparador para el servicio del comedor, porque, mira, por la escalera de servicio que está allí al fondo, los platos llegan directamente de la cocina de arriba.


Volvamos a la escalera principal y esto te va a encantar: un cuartito retrete con una caja para guardar el orinal, no, son dos, a ver… sí, de caoba. ¡Caoba para la m…, vaya caprichos que tienen los gabachos!


Vamos a la segunda planta donde está la vivienda. ¡Deja de mirar el cuaderno, que vas dando traspiés, majillo! En la sala principal, apunta una mesa grande, 4 canapés, sillas y cortinas en damasco carmesí, candeleros, cuadros, otros dos espejos grandes, otra chimenea con sus accesorios, cornucopias y una alfombra grande de color rosa con flores.

A la derecha están las dependencias del secretario de Su Excelencia, aquí he venido más de una vez: el despacho, con dos canapés de tafetán a rayas, sillas y cortinas a rayas encarnado y pajizo, un espejo, la chimenea, una alfombra de fondo encarnado…y la alcoba, a ver: una cama y una rinconera, otra caja de caoba para el orinal y otra alfombra más.


Ahora, a la izquierda de la sala principal, escribe: antesala del dormitorio de Su Excelencia con dos sofás a la turca de tafetán a rayas, las cortinas a juego, una cómoda y otra alfombra turca; y en la alcoba pon: una cama imperial con su dosel, y una caja de madera que figura 4 libros…¿para guardar el bacín? No tengo palabras para calificar esto. Déjalo así. Bueno, no pongas «bacín», pon mejor «vaso».


Por el distribuidor pasamos al cuarto de peinar de Su Excelencia, sí, tú pon eso, que yo lo sé, que aquí también me ha recibido mientras le atusaban el pelo durante horas. Hay una mesa de nogal, sillas, dos canapés, una alfombra turca y una rinconera; aquí al lado está la habitación del ayuda de cámara con su cama, una alfombra, el armario, la mesa y las sillas.


Y mira, otro cuartito retrete, éste con sillas. ¿Es que van en grupo a hacer sus necesidades? ¡Válgame Dios!


Y ahora nos vamos para arriba, a la planta del servicio. Uno, dos, tres… cinco dormitorios del servicio con sus camas, sus mesas, sillas de paja, orinales, armarios, braseros de cobre, y cortinas azules.


En la parte de atrás dando al jardín están las dependencias de la cocina: un cuarto antes de entrar con una mesa, luego la cocina: 7 mesas, el hogar con su chimenea, y al lado la despensa con el menaje: no hace falta que cuentes todos los cacharros, no hay tiempo, tú pon chocolateras, salseras, vasos, calderos… Ah, y en las escaleras y el pasillo, los faroles. No hay nada roto, mejor así.



Bueno, ahora ya sabes cómo vive un mesié conde. A ver qué extravagancia se le antoja al próximo. Venga, vámonos. Espera, que voy a apagar las chimeneas y a cerrar todo con sus llaves. Tú sal a escape a pasar eso a limpio con buena letra y se lo enseñas a tu padre. Aligera, Paco, que hay prisa”.